Fundación MAPFRE se une a las más de 20 propuestas del ETSC, entidad de referencia europea en materia de seguridad vial, con el objetivo de reducir los altos índices de siniestralidad de los ciclistas, que en estos países representan el 8 por ciento de todas las víctimas mortales en carretera. Velocidad, consumo de alcohol y distracciones en zonas urbanas son los puntos en los que más esfuerzo se pide.
Los ciclistas y los peatones se encuentran desprotegidos y son especialmente vulnerables en el tráfico. Entre 2004 y 2013, las carreteras europeas se han cobrado la vida de 25.000 ciclistas y sólo en 2014 se han registrado más de 2.000 muertes de ciclistas en accidentes de tráfico en la Unión Europea. El número de personas que sufrió lesiones graves fue mucho mayor.
Son cifras que han dado a conocer el European Transport Safety Council (ETSC) y Fundación MAPFRE, entidades comprometidas con la seguridad vial, que han presentado a la UE para que las incluya en su estrategia sobre el uso seguro de la bicicleta, y que a su juicio, son clave para conseguir el objetivo de reducir las muertes en un 50 por ciento para 2020.
Entre las más de 20 recomendaciones incluidas en el informe destacan aquellas que hacen hincapié en mejorar las infraestructuras de las vías urbanas, donde se producen más de la mitad de las muertes de ciclistas, y vías comarcales a través del estrechamiento de calzadas, chicanes, badenes y técnicas para el uso compartido del espacio.
El trabajo defiende que la eficacia del mantenimiento de las infraestructuras para mejorar la seguridad depende de que se pueda garantizar que las medidas funcionan de la manera prevista en todo momento. Para conseguirlo, la infraestructura para las bicicletas debe mantenerse en un estado que no propicie los accidentes. En este sentido es necesario priorizar el mantenimiento de la carretera y, en especial, la calidad de las superficies de las rutas o carriles para bicicletas y de las partes de la calzada que más utilizan los ciclistas para cruzar. Un pavimento en buenas condiciones es fundamental para la seguridad de los ciclistas.
El documento también hace referencia a la velocidad, y en este sentido, pone de manifiesto la importancia de reducir la velocidad de los vehículos en zonas residenciales y del centro de las ciudades, ya que facilitaría mucho el uso compartido de las vías con los ciclistas y los peatones. A velocidades bajas, apunta, los conductores tienen más tiempo para reaccionar ante los imprevistos y evitar las colisiones. A velocidades inferiores a los 30 km/h, los peatones y los ciclistas pueden transitar con los vehículos de motor con relativa seguridad. Esta relativa seguridad, señala, puede verse reducida si hay mucho tráfico y, en concreto, si hay un porcentaje alto de vehículos pesados en la composición del tráfico.
El organismo Transport for London del Reino Unido realizó una evaluación de seguridad completa sobre las muertes de ciclistas en la ciudad y descubrió que algunas de ellas se producían a velocidades bajas y se debían más a la falta de visibilidad que a la velocidad.
El documento, que entre otros aspectos defiende la necesidad de promover registros de las cifras de muertes y lesiones graves de ciclistas en incidentes en los que no se ven implicados vehículos de motor, así como incluir el alcohol como causa de accidente de ciclistas, sugiere, además, pautas para dar prioridad a la seguridad de los ciclistas y peatones. En este sentido, propone que se desarrollen planes de movilidad urbana sostenibles, que se interrelacione el ciclismo con los sistemas de transporte público para que puedan usarse indistintamente (subir la bicicleta al tren, por ejemplo), desarrollar redes de rutas ciclistas atractivas en zonas urbanas y crear suficientes zonas de aparcamiento para bicicletas.